“La filosofía está bastante estancada. Todas las escuelas filosóficas —en particular el aristotelismo, el tomismo, el kantismo, el hegelianismo, el materialismo dialéctico, el positivismo, el pragmatismo, el intuicionismo, la fenomenología y la filosofía del lenguaje— están en ruinas. En tiempos recientes, no se han propuesto nuevas filosofías amplias y ninguna de las ideas existentes ha sido de mucha ayuda para comprender los enormes cambios que han marcado al siglo XX. Si queremos que la filosofía vuelva a ser saber de saberes, partera de ciencias y faro de acción, se impone reconstruirla. Se impone repensarla no sólo correctamente, sino en grande”.
“Filosofar con originalidad no es repetir, sino problematizar e intentar resolver problemas, nuevos o viejos, por cuenta propia. Tampoco es limitarse a criticar ideas: la crítica es un medio para eliminar el error, no para inventar nuevas conjeturas. [Hay] dos clases de crítica: destructiva y constructiva. [Aunque] es lo usual en matemática y ciencia, la crítica constructiva no es frecuente entre los filósofos”.
Estos extractos del libro de Mario Bunge, “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, Editorial Gedisa (2002), son los primeros que inician una serie de entradas que en 2016 dedicaré a presentar libros e ideas filosóficas. Me gustaría incentivar a algunos de los lectores de este blog a leer algo sobre filosofía de la ciencia. No serán reseñas. Me limitaré a ciertos extractos de ciertos capítulos y trataré de no desvirtuar las palabras del autor. Por supuesto, el objetivo es incentivar la lectura del libro o artículo.
Este vídeo de dos horas titulado “Maratón de preguntas y respuestas con Mario Bunge” de Alejandro Borgo, corresponde a una charla y entrevista en abril de 2008, en la Sociedad Cientìfica Argentina, Buenos Aires, co-organizadas con el CFI/Argentina (Center for Inquiry/Argentina).
Permíteme unos extractos del capítulo 7, “Dudas sobre el escepticismo”, del libro Mario Bunge, “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, Editorial Gedisa (2002). “Un escéptico es alguien que lejos de aceptar todo lo que se le dice, o lo primero que le viene a la mente, duda. [En] cambio, el dogmático se aferra a lo que considera sabiduría heredada infalible. [La] marca distintiva del escéptico es el escrutinio, en tanto que las del dogmático son la aceptación ciega y un igualmente ciego rechazo. [El] dudar no es algo que nos venga naturalmente. Tan es así que, al parecer, la duda era desconocida en las sociedades primitivas, en las que se daba igual mérito a los mitos menos verosímiles que al conocimiento más sólido”.
“Algunos escépticos son más tolerantes que otros a opiniones y prácticas diferentes de las propias. Tal diversidad es comprensible, ya que diferentes personas poseen diferentes formaciones, puntos de vista, intereses y metas. Y esta diversidad es un mérito del movimiento escéptico. Por cierto, esta tolerancia da lugar a ideas nuevas y audaces, a la vez que estimula su debate racional”.
“Ptolomeo, Bacon, Hume, Kant, Comte, Mach, Mili y Popper confiaban en los datos empíricos, pero eran escépticos radicales con respecto a las hipótesis generales. En particular, Hume creía que el enigma mente-cuerpo jamás sería resuelto; y Kant sostenía que la psicología nunca se convertiría en ciencia. En cuanto a Popper, aunque no dudaba de la existencia del mundo exterior, sostenía que las leyes científicas eran, en el mejor de los casos, conjeturas aún no refutadas, en nada mejores que las fantasías seudocientíficas jamás puestas a prueba. [Era] un empirista de salón, aun cuando se llamaba a sí mismo racionalista crítico; y no practicaba su propio precepto metodológico: proponer las hipótesis más audaces”.
“El escepticismo radical no alienta la crítica constructiva. La filosofía de Karl Popper, el filósofo escéptico más famoso del siglo XX, es un ejemplo de ello. El grueso de la filosofía de Popper se comprende mejor si se la considera caracterizada por la negación: las palabras no importan; evita («como a la plaga») discutir el significado de las palabras; las creencias no son importantes; el conocimiento no depende de quien conoce; jamás hagas preguntas del tipo «¿Qué es…?» o «¿Cómo sabes…?»; no hay propiedades esenciales; nunca confirmamos: sólo podemos fracasar en el intento de refutar; jamás intentes justificar; podemos conocer la falsedad, mas no la verdad; en asuntos de conocimiento, lo improbable es preferible a lo probable; no hay método científico más allá de la prueba y el error; evita la ciencia normal; …”
“Popper tenía razón al criticar la filosofía escolástica y particularmente lo que él llamaba filosofía «oracular». (Yo prefiero llamarla seudofilosofía). También estaba Popper en lo correcto al enfatizar el papel de la crítica racional, tanto en el manejo de conflictos sociales como en la búsqueda de conocimiento. Pero, sin duda, es necesario formular enunciados y planes antes de poder someterlos al examen crítico. Por lo tanto, ninguna filosofía de la ciencia y la tecnología debería subestimar la confirmación. Más aún, exagerar la importancia de la crítica a expensas de la teorización y del análisis, o de la observación y la experimentación, se acerca demasiado peligrosamente al escolasticismo y al escepticismo radical, así como a la perspectiva de moda que afirma que la investigación es sólo discusión. Después de todo, las verdades negativas son más abundantes y, por ello, menos valiosas que las verdades positivas.”
“Para resumir, el negativismo no es mejor que el positivismo al que critica: ambos son demasiado timoratos como para contribuir a desarrollar el conocimiento. Ambas posiciones bordean el «no-conocerismo». Peor aún, el escepticismo radical no es muy diferente del dogmatismo, ya que ambos son sólo ejemplos de X-ismos. [He] aquí lo que yo llamo la Paradoja del Escéptico: todo aquel que es radical y coherentemente escéptico acaba siendo tan crédulo como el dogmático ingenuo, porque no puede invocar un solo argumento en contra de la imposibilidad de hecho alguno”.
“Las buenas mentes científicas son porosas: permiten la entrada de nuevas conjeturas, métodos o planes, a condición de que sean plausibles. Igualmente, filtran y descartan las conjeturas inverosímiles. En otras palabras, se espera que los científicos y los tecnólogos sean escépticos, pero sólo en grado moderado, porque necio en exceso puede paralizar tanto como credo en exceso. Del mismo modo, eludir totalmente el riesgo es tan improductivo como actuar de manera imprudente. [La] ciencia y la tecnología son moderadamente escépticas: sus practicantes no dudan de todo en cada oportunidad, sino sólo de algunas ideas o procedimientos por vez.”
“Más aún, el escepticismo de los científicos y tecnólogos es del tipo organizado y no individualista o anarquista como el de los filósofos. [El] escepticismo organizado es una parte esencial del ethos de la ciencia: el investigador individual propone y su comunidad debate, examina y, finalmente, dispone. Por ello los descubrimientos científicos se discuten primero con asociados, más tarde en seminarios y luego son enviados para su publicación, de modo tal que toda la comunidad pueda evaluarlos y validarlos o invalidarlos.”
Este vídeo de 46 minutos titulado “Mario Bunge en el Seminario Ciencia vs. Pseudociencia”, del ciclo de disertaciones televisadas del 2010 llamado “Conferencias del Bicentenario” presenta la primera jornada del Seminario Ciencia vs. Pseudociencia organizado por la Universidad de La Punta (ULP) y el Gobierno de San Luis.
Permítenem unos extractos del capítulo 8, “Diagnosis de la seudociencia”, del libro Mario Bunge, “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, Editorial Gedisa (2002). “Todo líder o administrador científico debería desear el poder distinguir entre la ciencia genuina inmadura, pero prometedora (es decir, la protociencia), por un lado, y la seudociencia, por otro; por ejemplo, entre la politología y la ideología política, entre la utilización de los computadoras como herramientas intelectuales y la utilización de las mismas como mantos para ocultar la pobreza intelectual.”
Bunge enumera las diez condiciones que un campo de conocimientos debe satisfacer para ser científico. Sin entrar en ellas, también aclara que “un campo de conocimientos que satisface casi todas las condiciones descritas y se dirige a lograr el total cumplimiento de ellas, puede ser denominado protociencia o ciencia emergente. En cambio, todo campo de conocimientos que es no científico y, aun así, es pregonado como científico, será considerado seudocíentífico. La diferencia entre ciencia y protociencia es una cuestión de grado, en tanto que la diferencia entre ciencia y seudociencia es de clase. [Es] incorrecto considerar a la parapsicología o al psicoanálisis como protociencias, o incluso como ciencias fallidas: eran erróneas desde el comienzo.”
“¿Cómo distinguir la seudociencia de la protociencia y la heterodoxia? [En] cuanto a la diferencia entre seudociencia y ciencia, siempre se teme que en la primera pueda yacer oculta alguna pepita de oro: que pueda no ser otra cosa que protociencia o ciencia emergente. Tal temor está bastante justificado en la infancia de un campo de investigación, en particular porque una concepción o una técnica extremadamente original —una heterodoxia— puede tener cierto tufillo a seudociencia debido a su novedad. [Las] genuinas protociencias avanzan y maduran impulsadas por la investigación rigurosa, y se transforman en ciencias, las seudociencias son pozos de agua estancada que permanece al margen de la veloz corriente de la ciencia”.
En resumen, te recomiendo leer a Mario Bunge, “Crisis y reconstrucción de la filosofía”, Editorial Gedisa (2002).
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